Sunday, April 25, 2010

Los Gutiérrez


Era el día del quincuagésimo cumpleaños de Raúl Gutiérrez cuando se dio cuenta que nada en su vida era como había querido. Esa mañana, que empezó con el sol del verano brillando en un cielo de azul puro, le pereció a Raúl como la promesa de algo bueno. Raúl sabía que su vida era un poco aburrida y no tenía el color ni la aventura de las vidas de otros, como en las películas, pero pensaba que tenía todo que necesitaba. Su esposa, Cora, no era muy bella pero era práctica, y sus dos hijos, aunque no tenían personalidades fuertes, eran chicos típicos quienes no hicieron nada muy mal. Por eso, aunque Raúl no estaba descontento con su vida, esperaba que algo fuera a mejorar, porque era su cumpleaños y un día bonito.

Esa mañana bella, Raúl se levantó y se vistió para trabajar. Tuvo cuidado de no despertar a Cora, quien roncaba con su cabeza entre los dos almohadas en la cama, la baba cayendo de su boca. Raúl miró su reflejo en el espejo para estar seguro de que toda apariencia era perfecta. Con una sonrisa de satisfacción, Raúl se fue de la casa. Afuera, antes de entrar en su nave espacial, Raúl miró el cielo con el sol brillante, y sentía ese sentimiento de una fortuna buena. Por eso, Raúl estaba sonriendo cuando llegó a su trabajo, cuando aparcó su nave en el estacionamiento, cuando entró al edificio, y todavía cuando su jefe, Dom Allende, detuvo a Raúl en el pasillo antes de las oficinas.

Dom miró a Raúl, con sus brazos cruzados y sus ojos grises mirando directamente a los de Raúl. “Gutiérrez,” dijo, su voz tranquila pero todavía sonando por el pasillo. Raúl continuó sonriendo, pero los labios de Dom no se movieron con las curvas suaves de una sonrisa, ni en las opuestas curvas torturadas de un seño. En cambio, los labios de Dom se movieron en líneas, no sólo en una línea recta a través de su cara, sino se movieron en líneas nítidas cuando habló. Se movieron cuando rígidamente le dijo a Raúl que, porque Raúl ha cumplido cincuenta años, la compañía no podía tener la responsabilidad de la seguridad de alguien tan viejo como Raúl, y también los hombres más jóvenes tenían más educación, y por eso Raúl ahora no tenía un trabajo allí, y “tome sus cosas de su oficina tan pronto como sea posible, por favor.” La sonrisa de Raúl se cayó de su cara y apareció en la de Dom. Dom ofreció la mano a Raúl. Raúl la tomó, su mente vacía. Dom sonrió otra vez a Raúl y se fue.

Raúl caminó a su oficina, donde encontró todas sus cosas esperando en una caja de cartón. Miró la caja, su mente finalmente llena de pensamientos. Raúl ha oído de la policía de edad de la compañía, pero pensaba que era un mito, o una broma para asustar a los nuevos empleados. ¿Por qué tiene la compañía el poder de hacerlo? Era el año 2205, por Dios, debería haber igualdad. Llevando la caja, saliendo de su oficina por última vez, Raúl vio un hombre joven que no reconoció hablando con Dom. Dom indicó en la dirección de la oficina de Raúl, y el joven empezó a caminar hacia Raúl. Raúl se detuvo hasta que él pasó, y entonces se fue del edificio sin una palabra a Dom.

Llegando a su casa, el día ya no le pareció a Raúl una promesa sino una cara burlando con su sonrisa brillante. En la casa, Cora todavía estaba durmiendo. Raúl oyó voces del cuarto de los chicos, y cuando abrió la puerta, ellos estaban peleando. Los chicos inmediatamente trataron de convencer a su padre de la culpa del otro, pero Raúl se fue y se sentó de el sofá en la sala. Los chicos siguieron, tranquilos. Raúl miró a sus hijos, ambos sucios y llevando sus pijamas, y miró a la puerta de su cuarto, donde estaba Cora. El pelo de Cora parecía como un nido de pájaro, y ella estaba enojada. Raúl miró a todos, quienes esperaban una explica, probablemente sobre por qué no estaba trabajando. Sin pensar, Raúl dijo, “Vamos a viajar. Salimos en una hora.” Cora abrió la boca para interrumpirle y Raúl no le permitió. “No preguntes. Quiero que todos estén listos en una hora.”

Una hora y media después, la familia Gutiérrez estaba en la nave espacial con sus maletas. Aunque Cora trataba de hablar con Raúl sobre por qué tenían que viajar, Raúl no dijo nada. Cora decidió que Raúl fue promovido, y el viaje era una recompensa por los años de trabajo duro. Los chicos no pensaban mucho excepto lo necesidad de jugar con sus videojuegos. Unas horas pasaron de esa manera, hasta Cora le preguntó a Raúl, “¿Cuánto dinero ganas ahora?”

Raúl se echó a reír. “¿Más?” Cora miró a él, confundida. “¿Más?” repitió Raúl. “Cora, ahora gano menos dinero de lo que he ganado en treinta años.”

“¿Qué?” Cora todavía no entendió.

“Ya no tengo trabajo, Cora.” Raúl lo dijo sin emoción, su mirada directamente al frente. Cora se levantó y se sentó cerca de los chicos sin decir nada ni mirar a Raúl.

El próximo día, la nave espacial estaba encima de unas montañas. Cora estaba sentada cerca de Raúl, pero todavía no estaba hablando con él. Los chicos jugaron sus videojuegos cuando de repente Raúl se sobresaltó en su silla. “Mira,” dijo. “Mira a las montañas. Son las Montañas Deliciosas.” Cora trató de fingir que no miraba, pero cuando vio las montañas, su boca se abrió. Raúl miró a sus hijos. “Chicos, miren a la vista.”

Ellos fueron al frente de la nave con sus padres y miraron por la ventana. Afuera, muy por debajo, estaban los picos de las montañas, cubiertos de blanco. Mientras miraron, empezó a nevar. “Oh,” dijo Cora. “¡es azúcar!” Ellos miraron a las montañas y vieron que en las rocas de las montañas estaban unos animales que perecían búfalos. Toda la familia miró a los animales con las bocas abiertas hasta Raúl empezó a poner la nave en la tierra cerca de una montaña. Cora miró a su esposo. “¿Piensas que es seguro?”

Raúl sonrió. “Claro. No vamos a tener aventuras si nos quedamos en la nave.” La familia se fue de la nave y exploró la tierra cerca de la montaña. Cora tenía razón – la nieve era algo similar al azúcar, y cuando los chicos comieron un poco, sintieron que no había nada en el mudo tan delicioso. Lleno de felicidad, el más joven corrió a través de la tierra, saltando en la nieve. Su hermano iba a correr con él cuando, de repente, uno de los animales llegó de una roca y corrió directamente al joven. El chico mayor miró mientras el animal primero apuñaló al niño con sus cuernos, y entonces rasgó su cuerpo en dos piezas. El color rojo de la sangre brillaba en contraste con la nieve blanca, y el animal comía la nieve que combinó con la sangre. Entonces el animal miró al mayor, quien temblaba, y desapareció en las rocas cerca de la montaña.

Era casi dos horas hasta Raúl y Cora encontraron a su hijo mayor. Él todavía estaba en el mismo lugar en que vio la muerte de su hermano. Raúl vio la sangre y las piezas de carne arrojadas a través de las rocas. Empujó Cora a su hijo y fue a las rocas para estar seguro que era su hijo que estaba allí, muerto y perdido. Cuando estaba seguro, Raúl caminó hacia Cora y su hijo, ahora su único hijo, y ellos regresaron a la nave espacial.

Todo el resto del día, el chico continuó temblando y no podría hablar, excepto para decir el nombre de su hermano. Cora lo abrazó a él y lloraba. Raúl no hizo nada excepto conducir la nave en la misma dirección como antes, al sur.

Dos días más tarde, Raúl vio una luz en el cielo. Parece estar alrededor de una montaña un poco a la izquierda. Sentía la primera emoción de interés desde la muerte de su hijo, y por eso él navegó en la dirección de la luz extraña. La luz amarilla llenó la nave entre la ventana grande del frente, y Cora y el chico notaron. Tenían curiosidad, y fueron al frente y se sentaron cerca de Raúl. Cora miró al mapa que estaba al lado de los controles, y dijo que pensaba que la montaña se llamaba Monte del Inocente. “Nombre un poco extraño,” dijo ella, “pero bonito. Y esa luz…¿piensas que es algo con las reflexiones del sol? ¿Quizás hay mucho hielo en la montaña?”

Raúl estaba tratando de ver para navegar en la luz brillante, que dañó sus ojos. “Sí, probablemente es un reflejo del sol en el hielo.” En este momento ellos oyeron un ruido muy fuerte mientras la nave tocaba el pico de la montaña. La nave tembló por un momento, y después se quedó quieto. Cora abrió la puerta y empezó a salir. Raúl se quedó en su silla, pensando. Sabía que el nombre de la montaña era le familiar, pero no podría recordar por qué. Era algo sobre una luz fantástica y una prueba de pureza…pero qué más…Cora estaba afuera y su hijo iba a seguir. Raúl se levantó para ir con ellos cuando, de repente, recordó la leyenda de Monte del Inocente. Sólo la gente completamente inocente podría mirar la tierra del monte y vivir después. Los otros, incluyendo los que sólo cometieron un pecado pequeño, se convertirán en la sal. Raúl sobresaltó a la puerta, gritando. “¡Cora, no! ¡No pueden caminar allí! ¡Cierren sus ojos!” Pero Raúl había se dado cuenta demasiado tarde. Mientras hablaba, Cora se convertí a sal y volaba por el viento. Su hijo tuvo tiempo de mirar a su padre, con confusión en su cara, antes él también se convirtió en sal que cayó a la montaña, una diferente nieve blanca que el azúcar que él había encantado unos días antes. Raúl cerró la puerta y lloró para mucho tiempo.

Raúl eventualmente dormía, sus pensamientos convertidos en sueños oscuros. Cuando se despertó, la luz todavía llenaba la nave, su brillantez falsamente alegre. Sin emoción en su cara, Raúl navegó en la nave fuera de la montaña y continuó al sur, solamente queriendo salir de las montañas.

En la tarde, él recibió su deseo. Debajo de la nave, Raúl vio una llanura. Mirando al mapa, aprendió que se llamaba la Llanura de la Tranquilidad. Raúl le sonrió a sí mismo, pensando en la ironía de la idea de tranquilidad en su vida. Cansado, Raúl decidió descansar unas horas en la llanura. Parqueó la nave en las hierbas altas de la llanura. Cuando se fue de la nave, el aire que estaba afuera olía como las flores. Raúl miró por la vista y vio miles de hierbas altas con puntos de colores – rojo, amarillo, azul, y púrpura – que eran las flores moviéndose en el viento suave. Mirando a las flores, Raúl no podría recordar cómo llegó allí, ni ninguna de las experiencias de los últimos días. Sólo podría pensar en el olor y los colores de las flores, en la manera en que el viento se movió en su pelo, y en los miles de hierbas altas. Más cansado que antes, Raúl se sentó en la tierra y se quedó dormido sin preocupación, para nunca despertar.

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